Una Fiesta Diferente
Un cuento para chicos (que también llega a los grandes).
Cierta mañana, Peto, un petrel con fama de chismoso, se posó junto al helado Mar de Wedell.
Agitando las alas, llamó a todos los habitantes del lugar.
En cuestión de minutos, pingüinos, focas, albatros y otros de su misma especie, se arremolinaron a su alrededor para enterarse de alguna nueva noticia
- ¡Mañana hay fiesta en la Base! -exclamó entusiasmado.
- ¿Cómo lo sabes?- preguntó con curiosidad Rita, una gran foca.
- Escuché a un Suboficial comentárselo a otro.
- ¡Qué bueno! En ningún festejo faltan la música y las cosas ricas-se alegró una paloma que pasaba por ahí.
- ¡Con las ganas que tengo de bailar!-suspiró un pingüino.
- Pero no nos invitaron... -reflexionó Rita.
- Los muchachos son re buenos. Siempre nos tratan amigables -insistió el petrel.
- Habrá que avisar a todos... -agregó la paloma que se quedó a escuchar.
- ¡A Quirico no hay que invitarlo!-decretó Rita.
- ¿Quién es Quirico?-interrogó Coquita, una foca distraída.
- Pero, nena, ¿vos vivís en la Antártida o en África? -protestó Peto.
- En la Antártida-contestó con timidez.
- Menos mal... ¿Cómo no tenés idea que Quirico es el pingüino empetrolado?
- Y es un agrandado- respondieron la gran foca y el petrel a dúo.
- ¿Quién lo dice?-replicó Coquita.
- Mirá, yo pertenezco a una gran familia. Tengo parientes en el Cabo de Hornos, en Malvinas, en la Bahía Lapataia, en todas partes... Y las noticias, "vuelan".
- ¿De qué se enteraron?
- Una gaviota le contó a mi tío, que un barco derramó petróleo frente a la costa chilena. Varios pingüinos, entre ellos Quirico, fueron rescatados y llevados a Ushuaia. Ahí los limpiaron, los cuidaron y luego los trajeron acá. -----Una cámara de televisión los tomó a todos.
- ¿Y por qué Quirico es agrandado y no los otros también?-insistió Coquita.
- Porque además de salir en los noticieros argentinos, vino la National Geography y lo filmaron sólo a él. Su imagen habrá recorrido el mundo. Imaginate, se cree una mega estrella-concluyó el petrel
- Acá no se da casi con nadie, como si no nos conociera o fuera superior a nosotros... Camina con el pecho erguido y el pico en alto-agregó Rita.
- Está bien, no lo invitamos-resolvieron por unanimidad.
- Uno de nosotros puede acercarse a la Base y avisar al resto cuando estén por comenzar los preparativos del festejo -sugirió la paloma.
- A correr la voz, entonces-ordenó el petrel.
Todos se prepararon esperando el momento de recibir el anuncio que comenzaba la fiesta.
Sin lunas ni soles, en la Antártida es difícil medir el tiempo.
Rita, la gran foca, trepó la meseta y quedó quietecita observando el lugar en donde, evidentemente, dormían los integrantes de la dotación de Base Belgrano.
Por fín se abrió una puerta. Alguien salió con una bandera blanca y celeste doblada y la ató al mástil.
La foca avisó al petrel y éste recorrió con rapidez la pingüinera dando la señal.
En menos de una hora, una multitud se concentró en los alrededores y observaron cómo los hombres y mujeres de la Base se disponían en fila frente al mástil.
Aunque la temperatura era de varios grados bajo cero y el viento helado azotaba los rostros, no dudaron en quitarse los mitones que protegían sus manos para hacer la venia, al tiempo que la bandera comenzaba a elevarse con un fondo musical imponente.
- Esta música suena hermosa, pero no es para bailar... –susurró una foca cangrejera a su acompañante.
- Y aunque las mujeres son menos, nadie forma pareja con ellas-le contestó éste.
- ¿Y la comida?-preguntó un pingüino glotón.
- Shh, shh, cállense. Lo que está sonando es el Himno Nacional Argentino. Yo lo escuché otras veces-dijo Rita.
El frío era intenso.
Los hombres, con sus manos enrojecidas, entonaban la canción patria temblando firmes sobre el desierto helado.
En el desolado escenario, las voces quebraban la bruma y nadie pudo sustraerse del sublime momento.
Los petreles, que habían ensayado vuelos acrobáticos, se posaron silenciosos.
Los albatros y palomas, los imitaron.
Las focas dejaron las boyas con las que hacían piruetas sobre el hocico.
Los pingüinos permanecían quietitos y, hasta Quirico que no saben como se enteró, abandonó su postura arrogante para regocijarse, integrándose al grupo.
Fiesta era, en definitiva. Lo que resultaba imposible suponer es que aquellos animalitos entendieran lo referido por el Suboficial: la celebración del 25 de Mayo.
Aunque no participaron del chocolate compartido después en la Base, como en los actos escolares, sirvió para sentirse hermanados en ese apartado rincón casi desconocido y olvidado que también forma parte de la Argentina y les pertenece, por ser especies de su riquísima fauna.
(Enviado por Fundación Marambio)