Pero Fito no entendía nada.
“¿Dientileche? ¿Arco iris? ¿Cajita?”Mientras intentaba comprender y asumir todo lo que decía la nota, abre lentamente la cajita de porcelana blanca y… ¡oh! Salen volando por toda su habitación cientos de sonrisas brillantes, felices, titilantes cual lucecitas de Navidad.
Todo él estaba iluminado por sonrisas. Fito sonreía y sonreía de felicidad por toda esta experiencia que estaba viviendo. Entonces, con sumo cuidado, tomó con una de sus manitos todas las sonrisas una por una y las guardó en la cajita de porcelana blanca, que ahora era, además, mágica.
Muy emocionado se preparó para descansar. Quería que ya fuera mañana, para vivir esta aventura.
“¡Hummm! ¡Creo que esto estará muy pero muy bueno!” – se dijo.
Cepillo de dientes en mano, pijamas y pantuflas de conejo, ya listo para dormir, recordó que todos sus amigos estaban en el jardín de su casa acampando y esperando sus noticias.
Salió, les agradeció a todos por acompañarlo y les dijo sonriente:
“No tiene importancia que no haya podido ver a mi amigo el Ratón Pérez. “
Sus amigos se pusieron tristes. Pero Fito los consoló:
“Estoy feliz y ya les contaré por qué. Nunca dejen de sonreír y de soñar, amigos, porque los sueños se cumplen tarde o temprano. No estén tristes. Regálenme una sonrisa y yo les regalaré otra. Pero sin mi dientecito flojo porque mi amigo se lo llevó y en su lugar me quedó una gran ventanita.”
Entonces, todos juntos le dedicaron una amplia sonrisa a Fito, porque realmente se lo merecía. Saludaron agitando sus manos y se fueron a descansar.
Fito también lo hizo, aunque estaba expectante por la aventura que viviría al día siguiente.
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