Sorprendió al niño lo que estaba escrito allí:
¡BIENVENIDO,
DIENTILECHE
FITO!
¿Cómo sabía el globo que él se llamaba Fito?
Pero lo que ocurrió después casi lo hace caer de espaldas. ¡El globo le sonrió! Y, aunque no lo quieran creer, ¡también le habló!
-“Sigue por el camino de siete colores.” – le dijo el globo con voz muy dulce y afectuosa. Y eso hizo Fito que se quedó con ganas de preguntarle cómo sabía su nombre.
De repente, esa alfombra de luces multicolores lo dejó ante un portal que se veía como la entrada a una cuevita. Allí lo recibió una hermosa y alegre chica con ropas de payaso, nariz redonda y roja, y una enorme boca sonriente con labios pintados del mismo color. Sus dientes eran blancos y brillantes como si fueran perlas de un maravilloso collar.
Pero Fito notó algo raro en ella. Su cabeza tenía forma de diente y estaba coronada por un sombrero payasesco de tres colores, rojo, amarillo y azul, que terminaba en un gran pompón blanco. Además usaba grandes anteojos y de su cuello colgaba uno de esos aparatos que el niño había visto que usaba su médico para escuchar los latidos de su corazoncito. Lo llamaban algo así como “estetoscopio”.
-“¡Hola, dientileche Fito! Soy tu amiga Endotelina.” – le dijo ella mientras se movía graciosamente.
Fito la miró con curiosidad. Había algo que no comprendía.
-“¿Eres una payasa o eres una médica?” – se animó tímidamente a preguntarle.
Ella le aclaró su duda.
-“Ambas cosas. Soy una Payamédica, y tu sonrisa es mi fortaleza.”
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