Topita - una historia real

Cuando cumplí siete años mis padres me dieron a elegir como regalo una bicicleta, o bien un perrito recién nacido.
Fui al lugar de ese parto perruno y varios cachorrillos casi ciegos se trepaban torpemente a la madre en busca de su leche.
Pero había uno -después supe que era dama- completamente negro y de ojos muy abiertos, muy vivos, que miraba con algún asombro a esa niñita que era yo: me la llevé inmediatamente, y le puse de nombre “Topita” -acabo de observar el increíble cambio de género dentro de una misma frase, pero no lo corrijo, porque me gusta así, casi no podría expresarlo bien…
Topita nos hice felices a mis hermanos y a mí y a todos los chicos del barrio. Hacía de toro en ciertas funciones del circo de la tarde en el patio de casa, y uno de mis hermanos, Pato, de torero, enarbolando un vestido rojo de Mamá.
No cobrábamos entrada para el circo, pero vendíamos una rica y módica limonada, dinero que los padres del barrio no dudaban en facilitar a sus hijos con sumo placer, a cambio de unas dos horas de paz en el hogar.
Pato vociferaba: ¡¡¡Al ataque!!!, y Topita aparecía corriendo entre ladridos y risas -sí, risas también de ella- a lidiar con esas telas coloradas que mi hermano manejaba como el más español de los toreros.
Después de cada actuación, Topita se ganaba una porción de tortilla que habíamos robado previsoramente de la cocina, y que era su plato preferido.
Mora Torres
(monografias.com)

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